jueves, 17 de septiembre de 2009

“LA PALABRA, LIBERTAD QUE SE INVENTA”


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No existe el ser humano completo. No hasta que hace conciencia de la importancia de su palabra. El ser humano se crea con base en su palabra, pero de una palabra que descubre, que transforma, que protesta y que sirve para ser libre y liberar a los demás. La palabra nos define y todos somos hechos de palabra. La palabra es el medio directo para expresarse, comunicarse y socializar.

La palabra es una necesidad, lo fue en sus inicios para terminar con la soledad del ser humano, y ahora es una demanda en un mundo moderno que tiene como bases términos artificiales, En lo que todo significa o se le pretende asignar algo. ¿Qué es la palabra? Es necesario revolucionar la palabra, reformularla para terminar con toda la cultura y política patrimonialista que se nos ha venido enseñando desde hace mucho tiempo.

La palabra es un arma que sirve también para acusar al inocente y proteger al culpable, En estos tiempos en donde todo gira alrededor de la globalización y tecnología que han funcionado para crear un mundo “irreal”, Un mundo que nada tiene que ver con lo que vivimos con lo que pasa día con día. El más vivo ejemplo es, lo que sucede hoy en nuestras escuelas. Es necesaria una reivindicación de una metodología, de un sistema que en verdad busque una mejor educación de calidad, Que vea por el gran sector jodido y marginado.

Es necesario revindicar la palabra para la transformación de la escuela, que la palabra dentro del discurso ayude a crear la escuela que queremos para el país que queremos, que no sea una palabra hueca, vacía. Si no que ayude a transformar la escuela tradicional en una escuela con convicciones y deseos para hacer de cada alumno un ser que descubra y cree su propio mundo, Aunque para muchos el pensar auténticamente es un peligro. Que la palabra transforme la escuela para mejorar el modelo educativo.
Que ayude a crear una escuela en la que los libros de texto no cambien de contenido cada sexenio, en la que no rindamos tributos al pasado y nos preocupemos del presente. Una escuela que termine con la creación de mitos, de una historia que victime a héroes para construir una identidad nacional, Una escuela en la cual dejemos de colorear a personajes muertos. Una escuela que no tenga tintes de banco. En la que el aprender sea un proceso reciproco ante la idea de que el profesor donaba el saber, “el conocimiento” para aquellos a los que juzgaba ignorantes. Una escuela en la que se disfrute aprender. Una escuela de manos levantadas, de propuestas, proyectos, de reflexión y compromiso. Una escuela en la que no te enseñen a obedecer las órdenes, que construya emprendedores en vez de empleados, que cuestionemos en vez de memorizar (el memorizar como un sistema mecánico no analítico). Una escuela que cree ciudadanos activos en vez de ciudadanos apáticos y listos para obedecer. Una escuela que incite la defensa de la dignidad, la dignidad del sector marginado y olvidado, del pobre, del indígena y del campesino. Una escuela de resistencia para que no eduquen con una disciplina de conducta pacifica de vida permanente. Una escuela que enseñe a exigir cuentas a la autoridad en vez de doblegarse ante ella. Una escuela que respete la libertad de expresión y que le preocupe las necesidades reales como el crear gente con libertad de pensamiento, que haga uso de sus derechos, que construya su mundo, que exija respeto hacia su cultura, su cosmovisión, que tenga conocimiento de que salud, techo, trabajo, tierra, independencia, democracia, son garantías que el gobierno tiene obligación de cumplir. Una escuela que cueste poco y rinda mucho.

Esto será posible hasta que cada ser humano sea capaz de adueñarse y reformular sus palabras. Que cada palabra usada transgreda positivamente en el lugar que se encuentre y que haga conciencia en los demás. Que la utopía deje de ser lo que te dicen en la escuela que no es posible, que la palabra lo haga posible, que la invente.


“Contra el silencio y el bullicio invento la palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día” Octavio Paz.
Abacuc César Sánchez Ortiz.